miércoles, 10 de febrero de 2010

Textito: Antropología Filosófica 101

Antropología Filosófica 101

 

Hay una tradición, hecha de partes de otras tradiciones, que considera que la característica del hombre es la generación de cultura. En realidad es complicado no asimilar esta respuesta como válida. Cultura es estructura autodeterminada, hasta cierto punto, un hacer que hacemos no por ser lo que somos sino por ser capaces de observarnos siéndolo, y de modificarnos.

La pregunta por la cultura es una pregunta por el Qué. La cultura es el hacer de los hombres, y los sistemas que se tejen entre ellos a través de ese hacer. Es una pregunta válida cuando uno tiene en cuenta que la sociedad es un fenómeno en el que grupos grandes de primates coexisten en un mismo espacio, haciendo cosas. ¿Qué cosas hacen?,  ¿Qué de lo que hacen los lleva a hacer algo más?, un hombre despierta por la mañana, en un lecho blando y tibio, las cortinas están cerradas, hay una cajita que habla (¿habla?), un tubo escupe agua a través de agujeros diminutos, alguien lo puso y los puso ahí, el hombre se unge con babas que exprime de relucientes pomos plásticos, pomos similares, cientos de ellos, viajan en contenedores a través de surcos que recorren la topografía mundial, a las afueras de las urbes las chimeneas diluyen un rastro de humanidad en el aire, primates que arrancan piedras a la tierra, que arrancan hojas y árboles y bosques, que transforman, que simplifican, que reinventan el espacio, y viven en cuevas amontonadas, infinitamente absurdas, y se llaman a sí mismos hombres que saben. Y aunque casi sin sentido, siempre están haciendo algo. He ahí la cultura, y he ahí una vaga y bella pregunta esencial, la pregunta antropológica.

Si la primera pregunta es el qué, creo que la segunda, aunque puede que sea simultanea, es el ¿por qué?. La pregunta requiere enunciarse con amplitud, me parece, y debe considerar en su estructura la posibilidad de por qués infinitos de cuyo conjunto se desprende el gran Por qué Antropológico, ¿qué hace, qué implica que el hombre haga? Esta es tierra de nadie, esta es la dudosa frontera entre la antropología y la sociología, y la psicología, y la historia, y por supuesto la filosofía.

¿Por qué las cajas hablan en las cuevas apiladas?, ¿por qué los hombres despiertan con el ruido de algunas palabras?, ¿por qué se duermen con otras, o con el silencio?, ¿por qué arrancan piedras a las piedras?, ¿por qué los rastros, las señales de humo?, ¿el arte? el ars, la poiesis, ¿por qué?, un por qué muy parecido al cómo, un por qué muy amplio, insisto, acerca de lo invisible, la pregunta es sobre lo que en realidad no está pero parece estar, la coherencia general entre los actos de los hombres, lo cultural profundo, lo ideológico en su proceso de volverse pragmático, justo antes de ser cultura estructurada en acción, justo antes de ser Hacer. La pregunta puede también ser algo más íntima, de una antropología introspectiva, el qué del hacer de la psiqué, que yo entiendo como eje y periferia a la vez. No se pierda de vista que la psicología tiene una connotación mística en lo profundo de su significado y de su tradición, equivale a categorías tan abrumadoras que preferimos el latinismo, psicología es alma-logía, es solpodelavida-logía, es otredadinterna-logía. Es el yo, más lo invisible que hay detrás del yo, ¿el espíritu?, el lugar donde ocurre la cualidad emergente en cualquier caso, el u-topos.

La característica del hombre es lo que existe antes de la cultura, la capacidad de autopercepción en términos de una metáfora dual, a la vez simple y compleja, la del Yo-LoOtro, una metáfora imperceptible, una metáfora tan dada y tan asimilada, que parece ser parte de la naturalidad del mundo. Más que un actor cultural el Yo-LoOtro genera una posibilidad de autopoiesis de segundo orden, de autopoiesis operativa, de autopoiesis perceptiva. La cultura es un nombre vago para el infinito número de consecuencias de lo anterior, y al mismo tiempo un nombre justo. Al menos las preguntas son justas.

"Qué" es bastante menos inescrutable que "Por qué". "Qué" es un acto de voluntad inicial, la pregunta es por cuáles son los límites de la realidad de la que hablamos. Contestar el qué es hacer una línea alrededor de un pedazo del mundo, la respuesta prototípica puede enunciarse fácilmente: Esto, este trozo del cosmos, este fenómeno, y la palabra Fenómeno es importante: No el mundo, sino lo que vemos en él, el segmento al que le estamos haciendo caso, hay un énfasis en la presencia de un observador, hay un lector, una entidad capaz de cierto tipo de percepción, la cosa en sí misma no, el énfasis es sobre el carácter interpretativo del conocimiento.

¿Hasta qué punto es posible contestar "Por qué" en el universo humano? Hay opiniones que dicen que muy poco: el Por qué no es directa ni totalmente observable, es un Meta-Qué, un acto de voluntad semiótica y epistemológica posterior a la voluntad inicial de caracterización limítrofe de LoOtro (la hace Yo en su génesis). El objeto de observación del Por qué ya no es el mundo, sino la interpretación que se ha hecho de él, no los Primates: la Cultura. El Qué metaforiza el mundo, el Por qué se hunde en la metáfora, y la metaforiza. La respuesta no es muy posible que digamos, pero la pregunta es indispensable.

Mientras tanto, las cajas siguen hablando, el sapiens sucede, se disemina, se diluye.

sábado, 6 de febrero de 2010

Textito: Señal de humo

Señal de humo

 

Este texto es una señal de humo, un rastro de humanidad, pero me interesa involucrar el humo en la metáfora. Este texto es el humo de un cigarro, o mejor de un porro, en el aire de la noche, en una montaña, de un hombre solo. En la montaña hay una ruta, que lleva a una ciudad, lo que podría llamarse un oasis de humanidad, y en el oasis hay un rincón gris, oscuro, y húmedo, y tiene forma de departamento, y yo vivo ahí.

            Las líneas del humo dicen, pero no se lo dicen a nadie, que hoy comí carne de un cerdo que no maté, y harina de trigo que no segué, que no molí, cosas así, que no importan por sí mismas, que acaso importan por la idea devastadoramente cursi de los cerdos muertos, de la civilización, la hecatombe, la narración extraordinaria. Mejor el humo y no estas palabras, y que al humo se lo lleve la noche. Ahí va, ya se fue. Este texto también.