lunes, 4 de junio de 2012

un día de la vida sin vida


te levantas por la mañana, tu cuerpo está lleno de energía y tu mente está fresca. comes algo y luego tomas café, ahora estás turbo cargado, estás más que listo para ir al mundo y caminar treinta kilómetros, arrancar patatas de los campos, correr detrás de un suculento conejo, o bien para pasear durante horas en medio de un debate mental acerca de la conciencia y el espíritu, o bien listo para enfrentar un activo día en el taller, porque eres artista, o ingeniero, o científico, o algo así de divertido.

pero no es eso lo que haces. en cambio, conduces tu automóvil, o abordas un taxi, o tomas el transporte público rumbo a lo que cariñosamente llamas "tu trabajo".

si eres profesor estoy casi seguro de que no querías se profesor, si eres doctor, estoy seguro de que tu trabajo no es lo que esperabas, si eres abogado, estoy seguro de que no querías ser burócrata, si eres comunicador, estoy seguro de que no querías terminar como la boca que pide dinero a nombre de alguien más. como que te apuesto una cerveza. pero no importa, tienes que ir a trabajar, porque necesitas el dinero, o porque necesitas la validación, y porque no eres un huevón, y porque lo dice dios, y porque es lo que hace el resto de la gente.

ocho horas, que mitigas a ratos con más café, una coca cola, y luego una torta y una tutsi pop, es decir, energía, más energía, más energía antes de volver a tu cajón, a tu cubículo de la frustración. hay que decirlo tal cual es: pasas ocho horas de cada día haciendo cosas que no quieres hacer. no papas, no arte, no espíritu, no cosas divertidas, y no conejos.

cuando todo termina tu mente ya no está fresca, se siente opaca, aturdida, lo está, es muy posible que ese día no hayas escuchado ninguna buena canción, que no hayas leído ningún buen párrafo, no hayas visto ninguna pintura, ni fotografía, ni secuencia cinemática de valor (sea lo que sea a lo que le des valor). es muy posible que tu día haya estado lleno de cifras, de pendientes, de letras en una hoja de texto, de memes que ya habías visto, de conversaciones que ya habías tenido, de pavimento gris, de cielo gris, de olores grises, de sensaciones grises. tu mente, efectivamente, está hecha pedazos.

entonces lo que tú eres se bifurca. por un lado está esa mente tuya, aburrida y, más que extenuada, entumecida. por el otro, está tu cuerpo, que si bien quizá esté cansado por haber permanecido en la misma posición durante el día, no tuvo la oportunidad de sacar toda la energía con la que lo llenaste. tu cuerpo se siente estancado porque las cosas que no fluyen se estancan, y la energía estancada (que los científicos llamarían potencial), es altamente volátil. así que estás deprimido, o gruñón, o ansioso, es decir, estás en un lugar emocional desde el cual tus reacciones a los estímulos del mundo son, digámoslo científicamente, un potencial desmadre.

entonces sientes algo que, si se parece a lo que siento yo, es desasosiego puro, y es particularmente desconcertante porque parece no venir de ningún lugar. es el alma, de la que ya casi nadie habla, pero que noche tras noche te dice que estás haciendo algo mal, que este estilo que de vida que mutila nuestras mentes y engorda nuestros cuerpos, daña además el vínculo entre ambos, la cualidad esencial, pineal o espiritual que nos hace, ya no digamos seres humanos, sino seres vivos, la cualidad volitiva, la pulsión que nos mueve, el deseo de ir a donde está la vida, como girasoles que buscan el sol, lo animal, lo que nos anima. esta civilización, y su ética, y sus modelos políticos y de producción están articulados en una estructura que enferma sistemáticamente el alma de lo vivo a través de perversiones conductuales retratadas bajo la vil etiqueta de normalidad. 

cuando ya no tienes nada que hacer, y en realidad no quieres hacer nada más, no puedes, sin embargo, estar en paz. yo bebo, o fumo un porro, o algo por el estilo. si eres liberal probablemente hagas lo mismo independientemente de tu sexo y edad, si no, y eres un hombre entre los 20 y los 90, es casi seguro que, al menos, bebes, si eres chica entre los 20 y los 50, comes, específicamente azúcar y carbohidratos, si eres chica de clase media o superior y pasas de los 50, es muy posible que tomes pastillas para la depresión, para la ansiedad, o para poder dormir.

al día siguiente te levantas por la mañana y tu cuerpo está otra vez lleno de energía, y tu mente está fresca. la vida es un milagro cotidiano, pero tú eres tonto, y no has aprendido nada todavía.