martes, 10 de agosto de 2010

Diálogo I

Diálogos I

 

Tres tonos de llamada, luego alguien descuelga el auricular, luego hay un silencio perturbador.

-       ¿Sí? ¿Buenas noches?

-       Buenas noches

-       Disculpe usted, ¿a dónde llamo?

Silencio nuevamente.

-       Este es el 066, servicio de emergencias del estado. ¿No sabe usted que marcó el 066?

Silencio breve.

-       Pues sí, por supuesto que lo sé, ¿no debería usted contestar algo como “Servicio de Emergencias del Estado, ¿cuál es su emergencia?”?

-       ¿No me escuchó decirlo?

-       No.

-       Carajo. Esta chunche ya no funciona otra vez. Usted disculpe, ¿cuál es su emergencia?

-       Creo que me picó un alacrán.

-       ¿No está seguro?

-       Bueno, sí: me picó un alacrán.

Silencio, suspiro.

-       ¿Podría indicarme lo que ocurrió?.

-       Me levanté por un bocadillo pero no quise encender la luz.

-       ¿No llevaba chanclas?

-       No, no acostumbro usarlas.

-       Ya veo. Continúe.

-       Pues eso es básicamente todo, no encendí la luz, no vi el alacrán, supongo que lo pisé, sentí un pinchazo, encendí la luz, le di alcance y lo desbaraté con el primer objeto que me quedó a la mano, que por cierto fue una Biblia. Resulta que yo soy ateo, pero hoy me protegí del mal con una Biblia. ¿No le pasan a usted cosas así? A veces la vida puede ser muy discursiva.

-       Yo soy católico, y no sé que quiere decir “discursivo”.

-       Eso cree usted.

Silencio.

-       ¿Mató al alacrán?

-       Efectivamente.

-       ¿Puede decirme el tamaño aproximado del artrópodo?

Silencio breve.

-       No sé. No soy muy bueno para calcular…

-       ¿Del tamaño de una mano?

-       ¿De la palma, o de la mano con todo y dedos?

Suspiro.

-       ¿De qué tamaño era el suyo?

-       Un poco más pequeño que una palma.

-       Entiendo. No suena demasiado peligroso.

-       No, tal vez no.

-       Dígame, ¿presenta usted algún malestar?

Silencio

-       Es posible, me parece que el pie se me está hinchando.

-       ¿Le duele?

-       No mucho.

-       ¿Le dolía cuando llamó?

-       Cuando llamé me pareció que el dolor estaba por empeorar.

-       Y luego no lo hizo.

-       No, ¿no le parece una maravilla?

Silencio.

-       Entonces supongo que esto no es una emergencia.

-       Yo no lo descartaría aún, es decir, no han pasado cinco minutos desde el ataque.

Silencio.

-       ¿Le gustaría que transfiriera la llamada a servicios médicos?

-       ¿Esta no es la unidad de servicios médicos?

-       No, esta es la recepción.

Silencio.

-       Tal vez no sea necesario. Si pudiera usted esperar en la línea durante algunos minutos más, sólo para estar seguros.

-       Eso sería… poco ortodoxo.

-       A mí no me lo parece, usted está cerciorándose de que la emergencia ha concluido, suena como una maniobra rutinaria

-       Si usted lo dice.

-       Y es mejor que eso que vivir con un cargo en la conciencia, ¿no le parece?

Silencio.

-       ¿La presencia de alacranes es recurrente en su domicilio?

-       No, o yo no me he percatado. ¿Por qué lo pregunta?

-       Si lo desea podríamos solicitar un Servicio de Control de Plagas.

-       ¿Sería posible solicitar un Servicio de Verificación de Existencia de Plagas?

-       No, dudo que la corporación lo ofrezca.

-       Francamente no creo que se trate de una plaga, pero tampoco quisiera desestimar ningún riesgo…

-       Use chanclas los siguientes dos días, si no vuelve a haber incidentes entonces no era una plaga.

-       No lo sé. Ya le he dicho que no suelo usarlas, ni siquiera poseo un par.

Silencio.

-       ¿Quiere el servicio de exterminio o no?

-       No hay por qué ser hoscos. Y no, creo que no sería prudente abusar así del estado, es demasiado arbitrario, es demasiado…

-       Muy bien, no hay exterminio.

-       Pero es bueno saber que el servicio existe…

-       ¿Se siente usted mejor?

Silencio.

-       ¿Puedo llamar más tarde en caso de encontrar más alacranes?

Silencio breve, suspiro.

-       Sí, supongo que sí.

-       Pero lo más probable es que ya no me atenderá usted, ¿verdad?

-       Efectivamente. En la recepción hay veinticinco operadores.

-       Ojalá todos sean tan capaces como usted.

Silencio breve.

-       Se lo agradezco. ¿Se siente mejor?

-       Mucho.

-       ¿Cómo va la hinchazón?

-       No parece agravarse.

-       Perfecto, ¿puedo servirle en algo más?

Silencio.

-       ¿Le gusta a usted su trabajo?

-       ¿Qué clase de pregunta es esa?

-       Sólo es curiosidad.

-       A veces. A veces me gusta y a veces no.

-       Ya veo.

-       ¿Qué es lo que ve?

-       Quiero decir, que puedo imaginarlo.

Silencio.

-       ¿Puedo servirle en algo más?

-       Lamentablemente no, ha sido usted muy amable. ¿Muchas llamadas en espera?

-       No.

-       Entonces la noche va tranquila.

-       Podría decirse.

-       Qué gusto.

-       Voy a colgar.

-       Espere…

-       Diga.

-       ¿Le agradecí ya?

-       No.

-       Muchas gracias.

-       De nada.

-       Buenas noches.

Silencio. Sonido de auricular que cae sobre el teléfono, sonido de estática. Fin.