Paul Auster no es un autor que necesite demasiadas
introducciones, se trata de uno de los escritores cumbre de la literatura
norteamericana contemporánea, puede decirse que es una leyenda viviente, una
especie de estrella de rock de la narrativa.
El Palacio de la Luna es, a su vez, tal vez la obra cumbre
de Auster, un libro que ha sido reseñado en infinidad de ocasiones por lectores
mucho más calificados que yo. Así que esto es más bien una invitación a usted,
si es que se cuenta entre los despistados que ya ha leído a Auster pero ha
dejado pasar este clásico joven por alto, o si bien ni si quiera ha tenido el
placer de toparse con este escritor en sus derivas literarias, en cuyo caso le
recomiendo no perder más tiempo y adquirir inmediatamente uno de sus libros, de
preferencia este.
Les hablo desde la perspectiva de una lectura posterior a
otros libros del mismo autor. Cada uno es una joya, labradas en una variedad de
géneros en los cuales Auster no carece ni de oficio ni de estilo. En este
título, sin embargo, su obra cobra un sentido y una dimensión distintos. Los
grandes temas de Auster, asuntos como la injerencia del destino en la vida de
los hombres o la experiencia de sobrevivir en el violento mundo, abordados
recurrentemente en otros libros, están presentes en este de una manera más
cabal y absoluta. Quizás sea la cantidad de ellos en juego en una apuesta
narrativa tan ambiciosa, quizás sea la honestidad con la que están entramados,
la vulnerabilidad y belleza que terminan reflejándose en el espejo del alma del
lector. El libro conmueve, transporta, maravilla.
Se trata de una novela muy norteamericana, pero en caso de
que usted sea como yo debo decirle que es del buen tipo de norteamericano. Auster habla de una América tan real
que resulta mucho más fantástica que la América ficticia construida por la
cultura mainstream. Destaca la visión territorial mística, una fascinación por
el mundo perdido de los indios arraigada en la búsqueda de una compresión
íntima pero trascendental de la vida en la Tierra. Destaca también la construcción
de los personajes, aventureros en el sentido más americano posible, y en el más
original también, motivados por una conciencia intuitiva de que en lo
desconocido está la respuesta a la pregunta del origen.
Es una de esas obras que podemos llamar Novela Total, un
universo hecho a mano que no prescinde ni de amplitud ni de profundidad, un
esquema explorado en toda su vastedad. La historia transcurre a lo largo de un
siglo y tres generaciones, estructurada con una mecánica de los eventos que
aunque por momentos se acerca peligrosamente a la ingenuidad es tan coherente y
constante que al final hace de uno el ingenuo: es de tontos creer que la magia en el mundo no existe. En ese sentido la obra es un regalo que no sé si atribuir a Auster, a la
literatura o a la vida, un guiño del cosmos que, le aseguro, le vendrá bien en
cualquier punto de este largo camino llamado vida en el que nos encontramos
todos.
En castellano me parece que sólo circula bajo el sello de
Anagrama, en la colección de Compactos y Biblioteca. Libros caros pero buenos,
con esa encantadora traducción que hacen los ibéricos del inglés urbano.
Detalles, detalles, el libro es un encanto, suerte con él y buen día.