A mediados de año Universal lanzó el nuevo filme de Oliver
Stone. A estas alturas ya no se trata de un estreno pero dado que tampoco fue
un blockbuster cabe la posibilidad de que usted la haya dejado pasar. En
cualquier caso, es una película que acabo de ver y que induce al comentario, una
película, digamos, controversial.
En lo personal me gusta el tipo de controversia que genera
Olvier Stone. Me gusta porque es tan consistente que no me cabe la menor duda
de que lo que refleja es pura honestidad, es difícil encontrar una opinión
hegemónica con la que Stone esté de acuerdo, su trayectoria como cineasta
incluye réplicas a la legitimidad de la guerra de Vietnam y las versiones
oficiales del asesinato de JFK, versiones subversivas sobre gobiernos opositores
a EEUU, investigaciones underground de líderes de estado americanos, así como
una profunda admiración por las expresiones contra-culturales de su sociedad.
En esa consistencia, me parece, se hace evidente un aspecto clave en la
personalidad y el cine del director: Stone es rebeldón.
No extraña entonces que en su más reciente producción aborde
los temas que aborda. Hay dos que son cruciales: El tráfico de la marihuana y
La poliandria. Se trata de temas tabú, del tipo que habita en el limbo que
divide la definición social entre el bien y el mal. Los temas se vuelven tabú
por su ambigüedad, su tonalidad gris, ese es el primero de dos factores. El
segundo es su proximidad, su cualidad casi doméstica. En una sociedad como la nuestra, que condena con severidad y alarma las
prácticas extramaritales y las de recreación narcótica, pero que constantemente duda
de sus certezas ante la visible omnipresencia del pecado, hay pocos temas que
puedan provocar esta clase de picor en la conciencia moral de los consumidores
de cultura de masas, incluso si es esa parte snob de las masas que consume
películas de Oliver Stone.
La película es tan provocadora que hasta Jorge Fernández
Menéndez decidió dedicarle una columna, muy típica de él, en la que el filme
termina por ser una apología de sus propias opiniones acerca del tema de las
drogas. Es curioso: el de las drogas es el más abordado por la crítica en la
prensa, pero en los comentarios de la gente en los diversos espacios de
internet el tema que más pasiones despierta es el de la poliandria.
Se dibuja el espejismo de dos películas, en una de ellas la
historia es la de dos chicos californianos, exitosos y opuestos que tienen un
negocio de marihuana y una misma y guapa novia. El opulento tren de vida del
mènage á trois se ve súbitamente interrumpido por la intrusión en el mercado
americano de un cartel mexicano, las negociaciones se truncan con un secuestro y el
hilo de la acción nos precipita al primero, el más dramático de dos finales. Todos mueren.
La reiterada animosidad de tantos comentaristas cibernéticos
alrededor del hecho de que estos dos chicos tuvieran una misma novia obliga,
sin embargo, a una segunda lectura de la película. En esta el eje es Ofelia,
aka “O”, la chica en cuestión. La historia es parecida pero diferente, hay una
semiosis paralela en la que es ella la que tiene dos novios y no
viceversa, y en la que la hierba representa un camino a la autenticidad y a la libertad. Definir la autenticidad, por supuesto, es todo otro asunto, y asociarle específicamente con fumar una hierba sería totalmente un despropósito. Puede ser que Stone aborde esto desde un ángulo ligeramente esterotípico, lo cual, lejos de afectar negativamente el desarrollo de la historia, le da matices de fábula y de parábola. Lo relevante es que el motor de los sucesos en la historia, al menos en esta otra película implícita, es la conexión, tan profunda como poco convencional, entre estos seres humanos. No el mercado de las drogas, no el número de personas involucradas en una relación. En ese gran acto de
rebeldía que es la obra de Stone, Salvajes es un genuino momento de introspección respecto a las fronteras internas, los límites que habitan en cada uno de nosotros, límites tatuados en nuestras almas por la historia y por la civilidad de nuestra civilización.
Esta otra película tiene también su propio final, bastante
menos sórdido y contradictoriamente feliz. El propio director ha hecho
comentarios al respecto. La película está basada en la novela homónima del
escritor Don Wilson, con cuyo final coincide la primera de las alternativas del
filme. Stone lo describe como una salida romántica del asunto, el final
correcto para la novela que Wilson escribió pero no para la película que él
quería realizar. Así que el director opta por una maniobra narrativa que le permitiera
establecer tanto el final original como su desacuerdo con él. El segundo final, el verdadero, redime a los personajes de su heroísmo y les permite perseguir el bien propio: los convierte en anti-héroes. Su triunfo no es el resultado de sus cualidades morales sino de un acierto en su cálculo de las circunstancias. En palabras del director esto le parece más realista. En palabras de un servidor, Stone elige, además, no sacrificar el amor de los protagonistas.
Todo el final, toda esta osadía, tanto formal como
discursiva, no viene sin riesgos. A mucha gente no le gustó, es comprensible,
no es un final estándar, no está narrado de manera estándar y no dice
exactamente lo que le gusta escuchar a todo el mundo. Termina de manera un tanto caótica, esa es la
cuestión, si bien no me parece que eso sea un error, porque desafiar un poco a la audiencia nunca lo es.
Por lo demás "Salvajes" ofrece toda la calidad
característica de este realizador, algo de ella recuerda a “Asesinos por Naturaleza”, dinámica visualmente y con grandes escenas de acción sazonadas con esa violencia explícita que caracteriza al cine americano y de la que Stone produce una subversión que ya es clásica.
Protagonizan: Blake Lively, Taylor Kitsch, Aaron
Taylor-Johnson, Benicio del Toro, Salma Hayek, John Travolta, con la
participación (destacada) de Damian Bichir y Joaquín Cosio.
Seas cuales sean sus ideas acerca de la vida, la película garantiza una
opinión y deja unas ganas bárbaras de darse un toque. Procuren verla, si son pobres como yo mírenla en Cuevana, si son un poco más afortunados hagan el favor de rentarla o comprarla original para contruibuir al enriquecimiento de una industria opulenta y hostil, no sean un papá pirata.
Abrazos y bendiciones para todos.