Nocturno a un bicharajo.
En el mundo siempre están sucediendo cosas pero sólo algunas de ellas son significativas. Ello no deja de ser curioso. Hoy maté una cucaracha y el crujido fue espectacular, no pude evitar pensar que si un gigante aplastara mi cráneo escucharía un ruidito parecido, y no sentí ninguna lástima por el bicharajo, ni con una metáfora tan vinculante, ni con una cualidad tan en común con ella: bajo cierta presión los dos colapsamos.
El bicharajo, me dije, soy yo, y tal vez adopté un gesto meditativo por unos instantes. Más tarde salí de casa. Cuando volví, el cadáver de la cucaracha había desaparecido. Irracionalmente comencé a temer por mi cráneo. Sigo sin atreverme a dormir.
A mí me pasa muchas veces: mato un insecto para descubrir después que el cuerpo ha desaparecido. A veces creo que fingen su propia muerte. Y los envidio.
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